Instituto de Estudios del Antiguo Egipto
Expedición española descubre la momia de un alto sacerdote del dios Amón Ra dentro de un sarcófago intacto.
El sarcófago, encontrado en perfectas condiciones, pertenece a un sacerdote y es uno de lo más grandes descubrimientos arqueológicos del siglo. En la imagen superior derecha, la arqueóloga Paloma Corona trabaja en la pieza.fotos: teresa bedman-ieae
Llevan siete temporadas arqueológicas intentando desentrañar los secretos milenarios de la tumba más grande de la necrópolis tebana de Asasif, en Luxor, la AT N°28, correspondiente al visir Amenhotep-Huy, quien gobernó bajo el reinado del faraón Amenhotep III, hace 3,375 años, y aún no dan con ella; sin embargo, el trabajo sistemático y persistente de los integrantes del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE) les ha conducido a otros sorprendentes descubrimientos: el más reciente, la momia y el sarcófago de un sacerdote servidor del dios Amón Ra, que vivió alrededor del año 900 antes de Cristo.
Francisco Martín-Valentín y Teresa Bedman, egiptólogos de primera línea, encabezan la Misión Arqueológica Española del IEAE en Egipto desde el 2009, hoy por hoy, la más numerosa en aquel país, integrada por 32 españoles y una mexicana, Paloma Corona Aguilar, restauradora en jefe, que forma parte del núcleo duro del equipo que apenas hace un par de semanas sorprendió con este singular hallazgo: una tumba intacta, cerrada hace 3,000 años, que guarda en su interior un sarcófago con la momia de un alto sacerdote de origen libio, Anj-ef-Jonsu, guardián de las ofrendas del dios Amón Ra.
Francisco Martín-Valentín está convencido que un personaje de este rango, enterrado en la antigua Tebas, con un contexto intacto, no había sido hallado y exhumado desde 1923, cuando Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón. “Es como volver a los comienzos de la arqueología en el siglo XIX”, dice.
“Porque sarcófagos hay muchos repartidos por el mundo, pero en ningún caso se ha conservado el contexto. Porque hubo un tiempo en que no importaba donde había estado y muy poco importaba la momia, lo que importaba era el sarcófago, y se perdía mucha información valiosa”, comenta el egiptólogo.
“Hoy estamos teniendo nuevamente la oportunidad que no se tuvo o que no se apreció en el siglo XIX, porque lo que importaba entonces era llevarse la pieza, de poder estudiar a profundidad el contexto y obtener datos interesantes de una época compleja y convulsa del antiguo Egipto, que corresponde con el fin del Imperio Nuevo y el comienzo de una época de crisis que en egiptología se ha denominado Tercer Periodo Intermedio (1070-650 a.C.)”, añade.
La Misión Arqueológica Española del IEAE trabaja desde hace siete años en la necrópolis de Asasif, en la antigua Tebas, explorando la tumba del visir Amenhotep-Huy, desplegada en un área de más de 1,000 metros cuadrados. Han terminado de excavar la capilla y ahora trabajan en el patio del mausoleo, donde fue encontrada la tumba sacerdotal. Teresa Bedman nos revela que pese a que las campañas arqueológicas son cortas, sólo tres meses por año, han sido muy productivas y se han podido encontrar más de 10,000 objetos diversos que están depositados en el Almacén Carter de Egipto.
Como sacarse la lotería dos veces
Hace exactamente un año, diciembre del 2014, Teresa Bedman y el arqueólogo José Antonio Suárez encontraron en el patio de la capilla del visir Amenhotep-Huy el cuerpo momificado de una mujer dentro de un sarcófago que tenía inscripciones en su exterior que la indicaban como miembro del clero tebano dedicada al canto al dios Amón Ra y que fue enterrada hace 3,100 años.
De acuerdo con Martín-Valentín el rostro de la cantora de Amón Ra aparece “perfectamente retratado en el sarcófago, es decir, no es cualquier rostro común, es el retrato de la persona que está depositada dentro, una mujer bellísima, con unos ojos rasgados preciosos, una nariz muy fina, unos rasgos muy delicados...”
“Lo que más me sobrecogió fue mirar el ramo que alguien dejó con todo amor para esta mujer y allí permanecía 3,000 años después”, revela emocionada la egiptóloga Teresa Bedman, quien ahora, después de encontrar la tumba del sacerdote Anj-ef- Jonsu un año después, no cabe de felicidad y afirma que “es como sacarse la lotería dos veces”.
Para el equipo multidisciplinario compuesto por egiptólogos, arqueólogos, restauradores, antropólogos, arquitectos, fotógrafos y epigrafistas, hallar una tumba intacta con sarcófago y momia en buen estado y perteneciente a un alto miembro del clero egipcio es un acontecimiento que ha marcado un hito en sus vidas.
“Parece común encontrar un sarcófago en Egipto, pero con los saqueos que han sido frecuentes es muy difícil llegar a zonas vírgenes; nosotros hemos llegado a un nivel en la roca madre del patio de la tumba del visir, donde no había habido intervención humana desde el año 1,000 antes de Cristo, por eso digo que estamos como en el comienzo de la arqueología del siglo XIX”, dice el doctor Francisco Martín-Valentín.
Teresa Bedman, codirectora de la misión que explora la tumba del Vvisir Amenhotep-Huy, compara la experiencia de este hallazgo con un parto: “Eran las 11:35 de la mañana —del 18 de noviembre en Luxor— nos encontrábamos limpiando para llegar a la roca madre, y de pronto descubrimos una oquedad; llamé a Francisco, él miró, me miró a mí, yo volví a mirar, y entonces lo vimos, allí estaban los pies; simplemente nos callamos y esperamos la hora de salida de los trabajadores, para no causar mucho alboroto; estuve casi una hora como una gata trepando por las paredes; luego llamamos al Consejo de Antigüedades para solicitar permiso de extraerlo, y ya, allí estaban ante nuestros ojos 3,000 años de historia en un segundo. La sorpresa fue increíble. Es una emoción tan grande, sólo comparada con la primera vez que una madre ve a su hijo”.
Paloma Corona Aguilar, la jefa de restauración del equipo, nos cuenta en directo su experiencia ante el sarcófago sacerdotal: “Cuando me acerqué a ver los pies del sarcófago, vi la policromía como si la hubieran pintado el día anterior, con sus brillos, y no puedes creer que hayan pasado 3,000 años y que ese personaje tenga su ofrenda floral completa...Se salen las lágrimas y se eriza la piel. Profesionalmente, es lo mejor que me ha pasado en la vida”.
La mano que limpia el sarcófago
El sarcófago y la momia fueron localizados en una tumba intacta, en el patio de la del visir Amenhotep-Huy, la más grande de la necrópolis tebana, a unos 6 metros de profundidad. Mide 1.92 m de largo por 54 cm de ancho, y una altura diferenciada de 32 a 39 cm de los pies a la cabeza.
Paloma Corona, la mexicana integrante del equipo, explica que debido al excelente estado de conservación de sarcófago sólo se ha realizado un trabajo de estabilización, que consiste en un una limpieza superficial muy delicada, con brochas muy finas, con aire, y algunas veces con alcohol o acetona sin afectar la policromía, pero que no ha sido necesaria una intervención mayor.
Paloma Corona Aguilar tiene licenciatura en Filosofía por la UNAM y maestría en Historia del Arte por la Universidad Autónoma del Estado de México. Sin embargo, su vida profesional ha tomado el rumbo de la restauración, y para ello ha realizado diversos cursos de especialización en instituciones de México y el extranjero. Su trayectoria incluye su paso por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en los estados de Morelos y Yucatán, por la Universidad Complutense de Madrid, y los últimos cinco años por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, como jefa de restauración de la Misión Arqueológica Española en Egipto en el proyecto visir Amenhotep-Huy.
Paloma detalla que las técnicas de manufactura y decoración del sarcófago son muy similares a las que podemos encontrar en los retablos o en las tallas estofadas del periodo virreinal en México. En este caso, “el ataúd está labrado en madera de sicomoro, un árbol sagrado para los egipcios, curtido con una mezcla de carbonato de calcio y un aglutinante que se aplicaba a la madera como impermeabilizante, muy similar a la cola de conejo que se usa en México. Luego viene la decoración, muchas veces dibujada previamente con pigmento rojo o pigmento negro mineral; laminado en oro, y finalmente recubierto con un barniz vegetal. Es impresionante cómo a tantos años de distancia seguimos teniendo las mismas técnicas de manufactura que tenían los antiguos egipcios”, detalla.
Francisco Martín-Valentín, también epigrafista del equipo, describe que el exterior del sarcófago presenta unas inscripciones en jeroglíficos que indican que su ocupante, Anj-ef-Jonsu, fue un sacerdote uab (puro) de Amón Ra, y que su función administrativa era la de “Escriba de las ofrendas del dios en su templo de Karnak”, en la ribera del río Nilo.
Anj-ef-Jonsu vivió en la ciudad de Tebas hacia el año 900 a.C., probablemente bajo el reinado de Osorcón El Viejo, primer faraón de origen libio, y fue un alto miembro del clero del dios Amón Ra en Karnak, según se puede constatar por un par de estolas cruzadas que porta en el exterior del sarcófago y que simbolizan su nivel jerárquico, correspondiente a personajes muy cercanos a las altas esferas del poder, detalla el especialista.
Aunque no se le han realizado estudios a la momia, por las medidas del sarcófago se sabe que pudo ser un hombre con una estatura por arriba del promedio de la población egipcia de la época, 1.80 metros quizá. El antropólogo físico Ángel Serrano infiere, por la estatura y su complexión delgada, que pudo tener ascendencia libia, y creen que su rango de edad oscila entre los 30 o 35 años, que en aquella época era una edad venerable, en la cual podían alcanzarse los puestos más altos.
Como es de esperarse según la tradición, los egiptólogos esperan encontrar más datos sobre la vida de este sacerdote y de su estatus una vez que puedan tener acceso y estudiar el rollo de papiro (Libro de los Muertos) que comúnmente era depositado con el difunto para facilitar su viaje al más allá.
Por lo pronto, este enterramiento puede aportar muchos datos sobre las prácticas funerarias de la época libia, “como por ejemplo qué tipo de ofrendas se hacían, por qué ponían la cabeza apuntando al Sur y los pies al norte, qué sustancias aromáticas están presentes en los cuencos encontrados en la tumba”, precisa Francisco Martín-Valentín.
La importancia del contexto
A Auguste Mariette, un egiptólogo francés muy reconocido del siglo XIX, fundador del Museo de El Cairo, o de su antecedente, solían llamarlo “el dinamitero”, por su peculiar método de hacer excavaciones, cuenta Francisco. “¿Te lo puedes imaginar?, yo no usaría dinamita ni aunque viviera en el siglo XVIII, pero eran otros tiempos, otras técnicas, la arqueología era muy rudimentaria”, añade.
El doctor Martín-Valentín hace esta referencia histórica para destacar la importancia que tiene hoy para la arqueología conservar el contexto y trabajar responsablemente un yacimiento con vestigios milenarios. “Importa mucho la conservación inmediata de todo lo que se encuentra”, enfatiza.
Y para ejemplificar la frase, Teresa Bedman tercia en la conversación y dice: “hoy, por ejemplo, podríamos saber más o menos en qué mes murió el sacerdote a partir del ramo de flores que tenía el sarcófago encima, porque son unas flores azules muy pequeñas que normalmente se crían junto a los trigos, y un estudio paleobotánico podría decirnos exactamente de qué año y de qué época del año son esas flores”.
Pero eso quedará para después, el tiempo y los recursos se agotan y la séptima temporada llega a su fin. Todos volverán a casa, pero anhelando volver el próximo octubre.